Las ciruelas por basura eran un tipo especial de fruta que solamente crecía en un pequeño rincón del bosque encantado. Su sabor dulce y su aroma embriagador atraían a todas las criaturas del bosque. Cuentan las leyendas que quien probaba una ciruela por basura, quedaba prendado de su magia y no podía resistir el deseo de comer más y más.
En el corazón del bosque, vivía un pequeño duende llamado Pepe, cuya mayor pasión era recolectar las deliciosas ciruelas por basura y compartirlas con sus amigos. Todos los días, al amanecer, se aventuraba en busca de la fruta prohibida, cuidando de no ser visto por el viejo gnomo guardián del bosque, quien protegía celosamente el árbol donde crecían estas ciruelas mágicas.
Un día, después de una intensa búsqueda, Pepe encontró un racimo de ciruelas por basura más grandes y brillantes de lo habitual. A pesar de la advertencia del gnomo guardián, no pudo resistir la tentación y se llevó las ciruelas consigo. Al volver a su casa, comenzó a sentir un extraño cosquilleo en la nariz y de repente, ¡se encogió hasta quedar del tamaño de una mariquita!
Confundido y asustado, Pepe decidió emprender un viaje a través del bosque en busca de una solución que lo devolviera a su tamaño original. En su camino se encontró con diversos personajes fantásticos que lo ayudaron y lo pusieron a prueba, pero siempre con una sonrisa en sus rostros y una ciruela por basura en la mano.
Después de sortear numerosas pruebas y aprender valiosas lecciones, Pepe finalmente llegó al claro del bosque, donde se erigía el árbol sagrado de las ciruelas por basura. Allí se enfrentó al gnomo guardián y con humildad le pidió perdón por su imprudencia. El gnomo, conmovido por su sinceridad, le ofreció una ciruela por basura especial que lo devolvería a su tamaño normal.
Al probar la ciruela mágica, Pepe sintió como su cuerpo volvía a crecer hasta alcanzar su estatura habitual. Agradecido y lleno de sabiduría, regresó a su hogar con un corazón lleno de gratitud y la certeza de que las ciruelas por basura, aunque tentadoras, debían ser disfrutadas con moderación y respeto.
Desde aquel día, Pepe se convirtió en el guardián de las ciruelas por basura, compartiendo su magia y sus enseñanzas con todos los habitantes del bosque, recordándoles que la verdadera grandeza reside en la humildad y en el respeto por la naturaleza y sus dones.