Había una vez en un hermoso estanque, una mamá pata que estaba muy emocionada pues sabía que sus huevos pronto eclosionarían. Un día, uno a uno, los huevos empezaron a romperse y pequeños patitos amarillos salieron de ellos. Todos eran lindos y simpáticos, excepto uno, que a diferencia de sus hermanos, era de un color gris y tenía un aspecto un poco desaliñado.
Desde el principio, el patito feo tuvo problemas para encajar con los demás, quienes se burlaban de él y lo rechazaban por su apariencia diferente. A pesar de los intentos de la mamá pata por protegerlo, el patito feo se sentía muy triste y solo. Un día, decidió marcharse del estanque en busca de un lugar donde pudiera ser aceptado tal y como era.
Así comenzó la travesía del patito feo. Recorrió campos y bosques, conociendo a diferentes animales en el camino. Algunos se burlaban de él, otros lo ayudaban, pero ninguno parecía entender realmente su sufrimiento. Hasta que finalmente, llegó a un pequeño lago donde conoció a una familia de cisnes.
Para sorpresa del patito feo, al acercarse a los cisnes, descubrió que en realidad él también era un cisne, solo que había nacido en un lugar equivocado. Los cisnes lo aceptaron con cariño y él se convirtió en uno más de la familia. Por fin, el patito feo encontró su lugar en el mundo y descubrió que la verdadera belleza estaba en su interior, en su bondad y valentía.
Desde entonces, el patito feo vivió feliz entre los cisnes, recordando siempre que, aunque al principio se sintió diferente, al final encontró su verdadero hogar y a aquellos que lo querían tal y como era. Y juntos nadaron por el lago, disfrutando de la compañía y el amor que habían encontrado en su camino.
Y así, queridos niños, esta historia nos enseña que no importa cómo nos veamos por fuera, lo importante es ser siempre fieles a nosotros mismos y encontrar el lugar donde podamos brillar con luz propia, como el hermoso cisne que llevamos dentro.